EL BELÉN DE SALZILLO 

Historia del Belén de Salzillo  por Antonio Pérez Crespo Cronista Oficial de la Región de Murcia

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El rey Carlos III trajo a España, concretamente a su Corte, la costumbre napolitana de los
“presepi”, nacimientos o belenes. Después, los nobles españoles, imitando al rey, instalaron
en sus palacios madrileños otros similares; la moda se extendió a provincias por los familiares
de los nobles madrileños. Este es el caso de Jesualdo Riquelme y Fontes, noble murciano, hijo
del donante del “paso” de La Caída a la Cofradía de N.P. Jesús.
Ya existía en Murcia un antecedente en el convento de las monjas capuchinas, donde un
belén de traza napolitana se exhibía por Navidad y para el cual, el escultor Francisco
Salzillo realizaba periódicamente nuevas piezas para su ampliación. Tanto el convento
como el belén desaparecieron durante la pasada Guerra Civil –1936/1939–.
Jesualdo Riquelme, amigo personal de Francisco Salzillo, encomendó a éste la construcción
de un belén, cuando ya el escultor era “artista viejo y desalentado”.
En su taller existían una serie de piezas construidas, posiblemente destinadas al belén de las monjas
capuchinas o a otros encargos particulares. Según Baquero Almansa, el belén fue para el septuagenario
Salzillo “el juguete de su ancianidad”. Aceptado el encargo puso manos a la obra, y a lo largo de una serie
de años, en las proximidades de la Navidad, entregaba el fruto de su trabajo personal, el de sus discípulos
e incluso, a veces, algunas figuras recibidas directamente de Nápoles.
Debido a la amistad que el tiempo fue acentuando  entre el noble y el escultor, cuando ya había construido
número suficiente de figuras, el propio Salzillo  se encargó personalmente de dirigir el montaje e instalación
del belén en los salones de la casa de Riquelme. Debió ser un recreo y una especie de descanso
el montar, año tras año, el belén, enriquecido y aumentado por las nuevas figuras.
Muerto Salzillo el 2 de marzo de 1783, Riquelme y su familia hicieron duelo y guardaron luto por la
muerte de su amigo, cerraron sus salones, desmontaron el belén y lo guardaron celosamente, aunque sus
discípulos continuaron entregando a la familia Riquelme las nuevas figuras que salían de sus manos.
Es natural la pérdida de algunas de ellas, por su fragilidad y los diversos traslados que sufrieron, siendo
evidente esta pérdida en la antigua composición de la ciudad de Jerusalén, de la que sólo queda una exigua
parte. Fallecido Jesualdo Riquelme y Fontes, el belén, como un bien más de su herencia, pasó a Antonio
Riquelme Fontes, hijo de su segundo matrimonio. La colección fue valorada en 14.570 reales y como
anécdota podemos recordar los 600 reales en que fueron valorados los tres Reyes Magos con sus
caballos; los pastores, a 40 reales cada uno; las mulas y bueyes a 15 reales y “doscientas piezas de
ganado cabrío, lanar, y venados, a real, una con otra, 200 reales”.
La colección pasó, por herencia, a la marquesa de Salinas, que, siguiendo la tradición familiar, volvió
a exponerla en los salones de su palacio, en la calle Riquelme, nº 25, de Murcia. (En este palacio
tuvo su sede la Diputación Provincial durante la primera etapa de la presidencia de Antonio Reverte.)
Fuentes y Ponte publicó “La Colección Riquelme. Catálogo de cuanto constituye el Panorama
del Nacimiento de NS. Jesucristo por el célebre escultor Don Francisco Salzillo”. Murcia, 1897.
Posteriormente, “Salzillo, su biografía sus obras, sus lauros”, Lérida, 1900, reproduciendo gran parte
de la primera publicación. Relata Fuentes y Ponte cómo Salzillo instaló “El Peñasco”, o topografía
general del nacimiento, en un ala del entresuelo de la casa-palacio que en esa fecha existía en la
plaza Riquelme, nº 25, de Murcia, que ocupaba su propietaria, la marquesa de Salinas,
heredera y descendiente de Jesualdo Riquelme. El afamado escultor fue el jefe y ejecutor de la instalación
de todos los accidentes, complementos, imitadas edificaciones y en particular de las estatuas.
Fuentes, clasificó éstas en tres grupos:
1º.-Las de divinidad y santidad. Construidas al estilo de su olvidada primera época, utilizando el traje
judaico, compuesto de: túnica, manto, almaizar y toca, según las clases.
2º.-Personas de calidad y carácter. Para ello copió grabados y pinturas con asuntos mitológicos, y reprodujo
fiel y exactamente los tipos y vestidos elegantes y graciosos de los volantes o criados de librea corta,
conduciendo los caballos de sus amos. Esta costumbre, de uso riguroso en la etiqueta de la nobleza del
siglo XVIII, fue utilizada por las casas de Osuna, Oñate, Medinaceli y alguna otra, en 1846, con motivo
de la mayoría de edad de Isabel II.
3º.-Tipos de carácter vulgar y clase baja. Tomó como modelos reales y directos a los labradores murcianos,
llevando gran cuidado en eliminar toda reminiscencia morisca en sus trajes, como los zaragüelles,
tan utilizados en la huerta de Murcia, evitando con ello un excesivo localismo.
El acierto que tuvo al modelar las figuras humanas, en cualquiera de las tres clases mencionadas, no le
acompañó, a juicio de Fuentes y Ponte, en las figuras de animales. Son aceptables los perros, el ganado lanar
y cabrío y las aves. Sin embargo, tanto los caballos como las mulas y vacas, no están bien moldeadas
por su exceso de tamaño y robustez. En la representación de “los camellos, la justa crítica debe ser indulgente,
benigna y galante, pues su eximio autor, que no salió de Murcia, su patria, quizá, seguramente, no llegó a
ver ningún ejemplar de aquellos útiles animales asiático-africanos, y, por tanto, no pudo conocer su verdadera forma, ni sus proporciones”.
A principios de enero de 1877 anunció su visita a Murcia el rey Alfonso XII, realizándose ésta el 23 de
febrero del mismo año. Acompañaron al rey, Antonio Cánovas del Castillo, presidente del Gobierno,
y Gerónimo Torres, deán de la Catedral. Se reunieron en la grandiosa iglesia de San Agustín –hoy, San
Andrés– las mejores efigies de Salzillo para que el rey, y su comitiva, pudieran contemplarlas. En ésta,
entre otros, iban Laurent Roude y sus hijos, que hicieron numerosas fotografías y grabados de gran tamaño
a las esculturas de Salzillo. Con las copias que obtuvo de ellas la casa Laurent de Madrid, y las fotografías
realizadas por los murcianos Bolarín y Juan Almagro, se promocionaron por vez primera
las esculturas de Salzillo, tanto a nivel nacional como internacional, al ser reproducidas
por los principales periódicos nacionales y europeos. Conviene recordar que las difíciles comunicaciones
de Murcia con el resto de España, en la práctica, habían hecho imposible el conocimiento de la obra
de Salzillo fuera de esta ciudad. La mejora de las carreteras y la construcción del ferrocarril permitieron
que numerosos forasteros que habían conocido a Salzillo por las fotografías y grabados mencionados, se
trasladasen a Murcia, para conocer directamente la obra del genial escultor.
Las circunstancias políticas del primer tercio del s. XIX impidieron que el belén volviese a ser montado.
Su última propietaria, la fallecida María Teresa Riquelme, marquesa de Salinas, preservó celosamente,
durante años, esta notable colección, evitando su deterioro. Fue conservada en un antiguo y elegante
mueble de nogal tallado, estilo Luis XV, situando los diversos grupos de figuras de forma
espaciada. En el armario central del mueble se guardaba el grupo del portal; frente a este mueble, en una
espaciosa vitrina de caoba de siete cuerpos, con doble hoja, se conservó desde 1870 el resto del belén.

 

 

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